
En nuestro interés por los asuntos relacionados con la indumentaria a través de los siglos, hoy traemos a colación una anécdota que supuestamente tuvo lugar la noche de bodas de Isabel II. Corría el año 1846 cuando la jovencísima reina Isabel II de Borbón y Borbón- Dos Sicilias, fue desposada con su primo hermano por partida doble Francisco de Asís de Borbón, duque de Cádiz. Los contrayentes fueron empujados a este matrimonio por una serie de intereses políticos y dinásticos. Isabel en particular, era muy reacia a casarse con su primo, por el que no sentía ninguna atracción. La joven se disgustó mucho, e incluso se le retiró el apetito, pero acabó cediendo a las presiones, su alta dignidad debía sacrificarse por el bien de España. Es preciso señalar que tan solo tenía dieciséis años, y ya llevaba tres ciñendo la corona. El matrimonio de reyes y reinas era un asunto espinoso, ya que las potencias internacionales estaban interesadas en guardar los equilibrios y que la balanza no beneficiase a un eje u otro.

El rey de Francia estaba a favor de la boda de Isabel y Francisco, aportando a su hijo pequeño Antonio de Orleans, duque de Montpensier, para casarlo con la hermana de la reina, la infanta Luisa Fernanda de catorce años. Las dobles bodas se celebraron el 10 de octubre en el Palacio Real de Madrid. Las dos hermanas iban vestidas de blanco, Isabel cargada de brillantes, mientras que Luisa Fernanda lucía joyas de la corona francesa. Los vestidos de novia de la época romántica eran modelos a la última moda, similares a los que las damas lucían en los bailes, con la única diferencia del velo y sin gran escote. Francisco de Asís vestía el uniforme de gala de capitán general y Antonio de Orleans uniforme de mariscal de Francia. La costumbre de casarse de blanco la inaguró la reina Victoria de Inglaterra en su boda con Alberto de Sajonia-Coburgo en 1840, desde entonces el blanco ha quedado instaurado como el color por antonomasia del vestido de novia.

Volviendo a nuestra historia, los recién casados Isabel y Francisco eligieron como destino de su luna de miel el palacio de La Granja de San Ildefonso y para pasar la noche de bodas se dirigieron al palacio de la Moncloa. Allí, Amparo de Azagra, la camarista de la reina le retiró el pesado vestido de novia cubriéndola únicamente con una camisa de dormir toda de encaje. Pieza que había sido bordada expresamente para la ocasión por la reina Amalia de Francia. Una vez estuvo lista, Isabel tuvo que esperar a su recién estrenado marido durante media hora, lo cual no presagiaba nada bueno. Cuando Francisco, por fin, salió del vestidor, cual no sería la sorpresa de la reina para exclamar: “¡Pero Paco, si llevas más puntillas que yo!”. El matrimonio fue consumado sin pena ni gloria y al día siguiente partieron hacía el palacio de La Granja. Allí continuó el asombro de la reina al ver el ajuar de su marido, que ocupaba varias arcas con ropa de cama, ropa interior procedente de París y una gran colección de todo tipo de prendas. La pareja no volvió a tener ningún encuentro durante el viaje de novios. Unas semanas después Isabel tuvo su primera relación íntima con Serrano, que se convirtió en su amante.

Se ha hablado de la supuesta homosexualidad de Francisco de Asís, popularmente conocido como “Paquita”. A juzgar por el citado episodio, tal vez, fuera algo amanerado, aunque es bien sabido que tuvo varias amantes y algún que otro hijo ilegítimo. Evidentemente, se desconocían los inconvenientes de los matrimonios consanguíneos, ya que Isabel y Francisco tenían los mismos apellidos, los cuatro primeros eran Borbón, después Sajonia y Lorena para rematar con otros dos Borbón, es decir, de los dieciséis primeros apellidos de ambos, doce eran Borbón. La reina (solo hablamos de ella ya que según cuenta la historia varios de sus hijos no lo eran de su marido), fue madre en doce ocasiones, aunque por desgracia solo cinco llegaron a la edad adulta, cuatro hijas y el futuro Alfonso XII. Su único hijo varón siguió la tradición familiar casándose con su prima hermana María de las Mercedes de Orleans, esta vez sí fue una historia de amor. Isabel II, en el exilio desde 1868, se opuso a la boda pero la voluntad de Alfonso, ya rey de España desde 1875, prevaleció y consiguió contraer matrimonio con su amada. Como en los cuentos de hadas, el rey se casó con la princesa, aunque lamentablemente María de las Mercedes murió pocos meses después víctima del tifus.


Excelente!!
Gracias Bárbara, me encantas tus escritos.