“La junta provincial de Sanidad, reunida bajo la presidencia del excelentísimo señor D. Luis López Ballesteros, gobernador civil de esta provincia, para tratar de la manera de atajar en lo posible la enfermedad reinante, acordó aprobar las siguientes conclusiones, presentadas a la misma por el doctor Call, inspector provincial de Sanidad:

Primera. La enfermedad reinante es de naturaleza gripal, y en manera alguna puede atribuirse a contaminación de las aguas de que se abastece Madrid, ni a remoción de las tierras del subsuelo con motivo de las obras del Metropolitano ni otras similares.
Segunda. El germen de la dolencia pulula en el aire atmosférico y está en cantidad y calidad proporcional a la naturaleza de este aire, según sea más o menos confinado.
Tercera. Tiene dicha enfermedad gran poder difusivo y poca virulencia el microorganismo que la origina y propaga. Esto es, sin duda, una razón para que no se alarme al vecindario de esta capital, sin que por ello deje de recomendarse el mayor cuidado en el régimen higiénico y dietético de los enfermos y personas que les atiendan, pues hay que recordar, entre otras cosas, la epidemia gripal del 89, que empezó en Madrid en forma benigna y acabó revistiendo formas graves y mortales en muchos casos, no sólo por la índole del proceso, sino, además, por las complicaciones y secuelas de las convalecencias.

Cuarta. Para atajar en lo posible su desarrollo, conviene alimentación sana en todos los sentidos. De aquí se deduce que a las autoridades municipales y a los particulares les conviene atender a la pureza de alimentos y aguas; no porque puedan ser unos u otros portadores del germen, sino porque interesa como base de la salud el normal funcionalismo de todos los aparatos, principalmente del gastro-intestinal.
Quinta. También es primordial necesidad el buen funcionamiento del aparato respiratorio. De aquí la conveniencia de no respirar el aire de atmósferas confinadas en cafés, tabernas, espectáculos públicos, casinos y otros sitios de aglomeración.

Mientras dure la etapa morbosa, hay que cultivar la oxigenación del pulmón con mayor interés que en circunstancias normales. Son convenientes paseos al aire libre, y mejor, en el campo, y soleamiento del organismo: oxigeno y luz, desinfectantes por excelencia del pulmón y de la piel.

Sexta. También es de indispensable necesidad extremar la limpieza de las ropas y utensilios que se pongan en contacto con los enfermos, así como las de las personas que con ellos se reunieran para disminuir las probabilidades de una contaminación.
Séptima. Para completar el anterior objeto, conviene renovar el aire de las habitaciones que ocupen, que se procurará estén siempre discretamente ventiladas y a ser posible soleadas.

Octava. También será útil aislar en lo posible a los sanos de los enfermos, para evitar principalmente a los primeros que respiren las atmósferas en que viven los segundos.
Novena. Las temperaturas actuales favorecen el desarrollo y la vida del germen que radica principalmente en el aparato respiratorio de los pacientes y anida en las fosas nasales y la cavidad bucal. Por esta razón, en aquellos casos en que las formas gripales revistan carácter de gravedad, es mucho más peligroso para las personas sanas respirar en la atmósfera que envuelve a un enfermo que en la que rodea a un fallecido de la enfermedad.

Décima. La precaución de esterilizar las ropas de uso del enfermo es de gran utilidad; pero carece de ella, por lo que afecta a la propagación de actual estado gripal, preocuparse de la pureza del agua para evitar su propagación. Es, sin embargo, siempre útil beber agua en condiciones de perfecta potabilidad, para evitar enfermedades de otra clase y trastornos gástricos que suelen ser concausas de todo proceso infeccioso.

Undécima. No se conoce en la actualidad medicación alguna profiláctica para evitar la presentación del proceso ni atajar su desarrollo, como tampoco se conocen sueros ni vacunas que puedan preservar de la enfermedad o ayudarnos a combatirla. El único preservativo eficaz tiene por base el aislamiento posible de sanos y enfermos, procurando que permanezcan los primeros en la atmósfera que respiran los segundos sólo el tiempo necesario para atender a su cuidado.
El régimen alimenticio, sano, la aireación y la extremada limpieza son la base en que descansa la lucha contra esta enfermedad, a la que no hay que despreciar por leves que sean sus primeros síntomas.”
ABC. Madrid. 27 de mayo de 1918. p.12.

Nunca he entendido por que el ser humano no aprende las lecciones del pasado, siempre tiene que improvisar por los siglos de los siglos.
A los gobernantes se les debería exigir pleno conocimiento de la historia en muchos aspectos, sobre todo en salud pública