«La muestra con la que la Galería José de la Mano inaugura la temporada artística en el marco de Apertura 2020 (del 10 de septiembre al 31 de octubre de 2020), AURÈLIA MUÑOZ. Textura, tensión, espacio [1970-1985], presenta por primera vez en el espacio de la galería el personal lenguaje ‘escultórico’ de la catalana Aurèlia Muñoz (Barcelona, 1926- 2011). Esta singular creadora es una de las escasas artistas españolas presentes en la reciente reapertura de la colección permanente del MoMA de Nueva York el pasado 27 de agosto, tras cinco meses de cierre por la pandemia. De este modo recupera el lugar central y de referencia que obtuvo a lo largo de su fructífera trayectoria profesional, tras el renacimiento que experimentó el arte textil durante las décadas de los años 60 y 70.
La artista, no obstante, ha sufrido la marginación que dentro del arte moderno y contemporáneo ha experimentado el arte textil al ser considerado como artesanía o arte menor por haber sido elaborado tradicionalmente por mujeres. Quizás por ello Muñoz siempre reivindicó que su trabajo se encuadraba dentro del arte contemporáneo y no de la decoración, donde en ocasiones se la encasillaba. La Bauhaus fue un claro ejemplo de dicha marginación ya que si bien es cierto que por su vocación interdisciplinar los talleres de tejido eran paralelos a los de arquitectura o diseño de objeto, en un momento determinado desde la dirección de la escuela se intentó imponer que las alumnas solo pudieran especializarse en la fabricación de tapices, creativos y experimentales eso sí. No obstante, estos encuentros entre arte textil y arquitectura, que obviamente tienen una relación remota ligada al habitar, generaron que a partir de los años 60 el tapiz se escapara de su heredada forma bidimensional y de su funcionalidad -protector térmico y lumínico amén de elemento alegórico y suntuario- hacia la volumetría escultórica e incluso hacia la intervención espacial, evolución general del arte textil en el que Aurèlia Muñoz fue una pionera.
Tras estudiar en la Escola Massana de Barcelona, sus primeros trabajos, iniciados en los años 60, partieron de las técnicas tradicionales del bordado si bien sus referentes formales estaban en la historia del arte, tanto en la obra de Paul Klee, Torres García o de algunos surrealistas, como del Tapiz de la Creación de Girona (siglos XI-XII). Realizará, también a partir de principios de la década, diseños de vestuario para teatro, concretamente para una versión en catalán de Thackeray, La rosa i l’anell, y lo hace con un fuerte carácter constructivo y experimental que recuerda a los figurines del Ballet Triádico (1922) de Oskar Schlemmer. Paralelamente investiga con la técnica del collage, lo que la conducirá hasta el patchwork y a la producción de unas cajas que tenían aspecto de relicario para las que recuperaba telas de mercadillos de segunda mano.
A mediados de la década comienza a experimentar con la tridimensionalidad, lo que va a coincidir con su descubrimiento del macramé. Según Pilar Parcerisas, empezará a aplicar esta técnica a partir de 1969, en concreto en sus esculturas textiles Homenatge a Gaudí o Esfera i ploms para las que la caja de metacrilato que las albergaba era, más que contenedor, parte de la obra. A continuación experimentará con las posibilidades tanto monumentales como aéreas de sus ligeras construcciones de nudos. Monumentales como Tres personatges (1971) que presentaría a la V Biennal Internacional de Lausanne, un trabajo que, frente a la abstracción formalista del macramé, se integraba en la llamada nouvelle tapisserie abriendo caminos experimentales que incluían tanto referentes culturales (en este caso a la rígida vestimenta barroca española) como naturales. Y en este proceso inicia una reivindicación de las artesanías como parte de nuestra cultura con la integración, por ejemplo, de formas de anudar populares junto a otras provenientes de culturas orientales, incluidas las técnicas primitivas, lo que le sirvió para reflexionar sobre la especificidad lingüística y material del tejido.
Será un periodo de fuerte internacionalización de su trabajo, estando presente en la Bienal de Lausanne de los años 66, 69, 71, 73, 77 y 83, o en la Bienal de São Paulo de 1973. Los referentes desde principios de la década serán fundamentalmente naturales, árboles (Estructura arbòria, 1976), estrellas (Estel ancorat, 1974), aunque también culturales, como las capas (Indumentària medieval, 1975) incluyéndose referencias sociales en consonancia con el momento histórico y democrático que vivía España (Esser social, 1976). Estas piezas tenderán a ocupar el espacio de una manera orgánica: los planos se entrecruzan y los hilos bailan en una danza que, a nuestro entender, tiene concomitancias de presentación con, por ejemplo, una obra coincidente en el tiempo de Eva Hesse Rope Piece (1970); no obstante, si Hesse produce un lío de cuerdas, látex e hilos que carecen de una forma única, de principio o final, la obra de Muñoz tiende al orden.

A partir de estos años también acometerá una serie especialmente exquisita por su levedad. Nos referimos a las miniaturas textiles, pequeñas piezas acomodadas al espacio geométrico de la caja de metacrilato que suponen una experimentación, no exenta de poética, sobre las relaciones y tensiones entre el espacio y la obra (Cometa en un espai tancat, 1974; Nus, 1978; Retorn al infinit, 1978).
A finales de la década generará también una larga serie con lonas con referencias al velamen o a los pájaros; para estas piezas de gran volumen la tensión en el espacio se monumentaliza pero siempre lo hace bajo una estética constructiva (podemos citar como felices ejemplos de esta serie la intervención en el Palacio de Cristal de Madrid o la pieza exterior de la Fundación Rodríguez Acosta de Granada, ambas en 1982). Piezas más ligeras, aéreas y móviles que interactuaban con las inclemencias del exterior, por lo que Aurèlia Muñoz investiga a partir de la confección de las velas de los barcos abandonando en estos trabajos el macramé. Son especialmente interesantes las maquetas de estos pájaros en las que se sirve de papel, material que le abrirá un nuevo mundo a partir de los años 80 y para los que la investigación geométrica será fundamental.»
Texto: Isabel Tejeda