
El uso del velo femenino tiene un origen remoto. A través de los siglos ha sido considerado como un símbolo de modestia y respeto. En los tiempos del Antiguo Testamento, descubrir la cabeza de una mujer era visto como una forma de humillarla o castigarla. En nuestro país la mantilla fue una constante en el atavío femenino entre los siglos XVI y XIX, quedando en éste último relegada en favor del sombrero. Hasta mediados del siglo XX las españolas acudían a misa con velo o mantilla siempre negro. Esta costumbre se ha extinguido aunque la mantilla ha llegado a la actualidad circunscrita a ocasiones muy especiales en algunos lugares de España. Sevilla mantiene viva la tradición de la mantilla, la negra en Semana Santa y la blanca para acudir al palco de la Real Maestranza durante la semana de la Feria de Abril.

Hasta finales del siglo XVIII las mantillas se confeccionaban con distintos tejidos, colores y decoraciones pero paulatinamente la moda impuso piezas de encaje y exclusivamente blancas o negras montadas sobre tul. La labor de encaje se disponía en el borde de la pieza o a modo de volante. No debemos olvidar que durante el Siglo de las Luces se produjo la gran eclosión del encaje, fue una moda que causó furor siendo los más apreciados las blondas francesas y los de Bruselas aunque también en España se elaboraban de gran calidad, sobre todo en Valencia y Cataluña.

El tul es originario de la ciudad francesa de Tulle en el Lemosin, donde se fabricó por primera vez de forma totalmente artesanal mediante la técnica de bolillos. Se desconoce la fecha exacta aunque se conserva un anuario de 1775, con la inscripción de «las señoritas Gantes» como fabricantes de encajes, por lo que se deduce que en la citada fecha ya existía una próspera industria destinada a su confección (hacia finales del XVIII, su fabricación se había extendido a otros países europeos. En 1806, el inglés John Heathcoat patentó una nueva máquina que producía un tul de gran calidad).

Son numerosos los pintores que nos han dejado retratos de mujeres luciendo mantilla. Hoy nos acercamos a este atavío a través de la obra de diferentes artistas y épocas para comprobar que la llevaron mujeres de toda condición y con muy distintos tipos de atuendos, e incluso sin ninguno. La mantilla es en sí misma una pieza fascinante que evoca la belleza femenina y su misterio.



Muy interesante Barbara!
En esta ocasión me quedo con el Zuloaga, me encanta el traje! Ja ja ja….
Aunque el atuendo del retrato de Zuloaga es «somero» a mí también me encanta.Es interesante ver como se conciben los retratos en distintas épocas. Un abrazo.
Muy interesante Barbara! Me quedo con el Zuloaga, me encanta el traje ja ja ja ja ………..!
Me ha encantado Barbara conocer mas sobre esta tradición, muy interesante.
Muchas gracias por tu comentario. Pronto colgaré otro artículo sobre el mismo tema pero más extenso. Un abrazo.