Diario del año de la peste


Escenas en Londres durante la plaga de 1665. Reproducción facsímil. 1665-1666. Wellicome Library.
John Dunstal. Escenas en Londres durante la plaga de 1665. 1665-1666. Wellcome Collection.

          «Fue hacia principios de septiembre de 1664 cuando yo, igual que el resto de mis vecinos, supe incidentalmente que la peste había vuelto a invadir Holanda; pues ya había azotado violentamente aquel país, sobre todo Ámsterdam y Rotterdam, en el año 1663, cuando decían, había sido introducida, según unos desde Italia, según otros desde Oriente, con unas mercaderías que transportaba su flota desde Turquía; otros decían que había venido de Candía (1);  otros de Chipre. Pero poco importaba de donde viniese; los cierto es que todos estaban de acuerdo en que ahora había vuelto a invadir Holanda.

         En aquella época no teníamos diarios impresos que difundieran los rumores y las noticias, y que las embelleciesen por obra de la imaginación de los hombres, como luego he visto que se hacía. Sino que entonces nos enterábamos de tales cosas gracias a cartas de mercaderes y de otras personas que tenían correspondencia con países extranjeros, y la noticia solo circulaba de boca en boca de modo que tales cosas no se difundían instantáneamente por toda la nación, como ocurre ahora. Pero parece ser que el Gobierno tenía informes precisos y que celebró diversas reuniones para decidir los medios de evitar que llegase a nuestro país; pero todo se guardó en secreto.

Edmund Evans. Una calle durante la plaga en Londres con un carro de la muerte y dolientes. 1864. Crónica de Inglaterra.
Edmund Evans. Una calle durante la plaga en Londres con un carro de la muerte y dolientes. 1864. Wellcome Collection.

          (…) Las familias con las que vivían intentaron ocultarlo hasta donde les fue posible, pero algo se supo por los rumores de la vecindad, y los secretarios de Estado se enteraron y, decididos a hacer averiguaciones ordenaron que, para cerciorarse de la verdad, dos médicos y un cirujano fueran a las casas e hicieran un informe. Así lo hicieron; y como encontraron señales evidentes del mal en los dos cadáveres dieron fe pública  de que ambos habían muerto por la peste.

           (…) Esto causó una gran inquietud entre la gente, y la alarma empezó a cundir por toda la ciudad, sobre todo, cuando, en la última semana de diciembre de 1664, murió otro hombre en la misma casa.

Herbert Railton. La gran peste. Escenas en las calles de Londres. 1665. Colección particular.
Herbert Railton. La gran peste. Escenas en las calles de Londres. 1665. Wellcome Collection.

          (…) De modo que no había paliativos, ni tampoco ya nada que ocultar, más aún, no tardo en descubrirse que la epidemia se había extendido hasta tal punto que ya no había esperanzas de que pudiese ser dominada.

          (…) La verdad es que solo se declaraban catorce muertos de peste, pero esto no era más que un engaño concertado, pues en la parroquia de St. Giles habían enterrado a cuarenta en total, la mayoría de los cuales era seguro que habían muerto apestados, a pesar de que en la lista la causa de la muerte se atribuía a otros males…

Análisis estadístico de la mortalidad por la peste en Londres de 1665. Wellicome Library.
Portada del documento estadístico de la mortalidad por la peste, en Londres de 1665. Wellcome Collection.

          (…) Pero en el otro extremo de la ciudad la consternación no podía ser mayor; y los más ricos, sobre todo los nobles los burgueses acomodados de la parte oeste, se agolpaban en los caminos para huir de Londres junto con sus familias y sus criados de un modo nunca visto; y esto se veía sobre todo en Whitechapel, es decir en Broad St., donde yo vivía; la verdad es que no se veían más que carros y carretas llenos de muebles, mujeres, criados, niños, etc.; carrozas en las que viajaban personas de calidad, escoltadas por jinetes, todos apresurándose a huir; luego se veían carretas y carros vacíos, y caballos sin jinete que llevaban criados, que, al parecer, volvían o eran enviados desde fuera de la ciudad, para recoger más gente; además, innumerables hombres a caballo, unos solos, otros con criados, y en general, todos cargados con su equipaje, y como dispuestos a emprender un largo viaje, según podía advertirse por su aspecto. Era un triste y penoso espectáculo.

Samuel Wale. Las víctimas de la peste de 1665 son levantadas en un carro de la muerte. 1747. Wellcome Collection.
Samuel Wale. Las víctimas de la peste de 1665 son levantadas en un carro de la muerte. 1747. Wellcome Collection.

          (…) La prisa de la gente era tal que durante varias semanas costó mucho llegar a la puerta del lord alcalde; tal era el gentío que se aglomeraba allí para obtener salvoconductos y certificados de salud para los que salían de Londres, pues sin tales documentos nadie podía salir de la ciudad ni era admitido en ninguna posada. Ahora bien, como hasta entonces dentro del recinto de la ciudad aún no había muerto ningún apestado, el lord alcalde daba certificados de salud, sin poner ningún inconveniente, a todos los que vivían en alguna de las noventa y siete parroquias, y también, durante algún tiempo a los que vivían en las liberties (2).

Edward Ward. Un hombre aterrorizado al darse cuenta de que ha contraído la peste. 1848. Wellcome Collection.
Edward Ward. Hombre aterrorizado al darse cuenta de que ha contraído la peste. 1848. Wellcome Collection.

          Decía que estas prisas duraron varias semanas, es decir, todo el mes de mayo y todo el de junio, y sobre todo porque se rumoreaba que el Gobierno iba a ordenar que se interceptasen los caminos con vallas y torniquetes para impedir que la gente viajara, y que las ciudades de los caminos no iban a albergar a ningún londinense por temor al contagio, a pesar de que el único fundamento que tenían estos rumores residía en la imaginación de la gente, sobre todo al principio.

          (…) Se trata de un problema tan vital y que afecta de tal modo a la situación real de la gente que creo que en esta cuestión no está de más ser un tanto minucioso, y por tanto voy a describir los diversos estratos o clases de la población que, debido a esta circunstancia, cayeron inmediatamente en la miseria. Por ejemplo:

        1. Todos los artesanos de manufacturas, especialmente los que se dedicaban a cuestiones de ornato, y a las partes menos necesarias del vestido o el calzado de la gente, o a muebles para casa, tales como cinteros y otros tejedores, los fabricantes de encajes de oro y plata, los tiradores de metales preciosos, las costureras y modistas, zapateros, sombrereros y guanteros; como también los ebanistas, mueblistas, espejeros, y gente de mil oficios más, derivados de estos; decía que los artesanos dejaron de trabajar y despidieron a sus trabajadores, obreros y demás empleados.

          2. Como había cesado todo comercio, pues muy pocos barcos se arriesgaban a remontar el río y ninguno salía de Londres, todos los oficiales auxiliares de aduanas, así como los barqueros, carreteros, porteadores, y todos los pobres cuyo trabajo dependía de los mercaderes, quedaron despedidos en el acto y sin nada que hacer.

      3. Todos los artesanos que se dedicaban a la construcción o a la reparación de casas se encontraron también sin trabajo, pues la gente no podía estar más lejos de querer construir casas, cuando tantos miles de casas se estaban vaciando de sus habitantes; de modo que solo esta circunstancia dejó en la calle a todos los trabajadores de este ramo, tales como enladrilladores, albañiles, carpinteros, ebanistas, yeseros, pintores, vidrieros, forjadores, plomeros y todos los demás trabajadores que dependían de ellos.

           4. Como la navegación también había cesado, nuestros barcos ni entraban ni salían del puerto, de modo que los marineros estaban todos sin trabajo, y muchos de ellos en la más extrema y lastimosa miseria; y con los marineros, todos los comerciantes y trabajadores que se dedicaban a construir y a aparejar barcos, tales como carpinteros de ribera, calafates, cordeleros, toneleros, veleros, forjadores de anclas, y otras cosas semejantes; fabricantes de poleas, tallistas, armeros, proveedores, etc. Quizá sus amos podían vivir de sus reservas pero, como los comerciantes no tenían absolutamente nada que hacer, todos sus trabajadores fueron despedidos. Añádase a esto que el río estaba en cierto modo sin un barco, y que todos o la mayor parte de los barqueros, gabarreros y constructores de lanchas y barcazas se encontraban igualmente sin trabajo.

             5. Todas las familias, tanto las que habían huido como las que se habían quedado, restringían todo lo posible su forma de vida; de modo que una incontable multitud de lacayos, criados, dependientes y ayudantes de tiendas, tenedores de libros de comerciantes, y demás gente de estos oficios, y sobre todo pobres criadas, fueron despedidos y se quedaron sin amigos y sin asistencia, careciendo tanto de empleo como de casa, y la verdad es que su situación no podía ser más lastimosa.»

Un gráfico que muestra la tasa de mortalidad durante la Gran Plaga de Londres desde 1665-1666. La línea continua muestra el total de muertes y las muertes de línea discontinua atribuidas a la peste.
Gráfico que muestra la tasa de mortalidad durante la Gran Plaga de Londres desde 1665-1666. La línea continua muestra el total de muertes. La línea discontinua muestra las muertes atribuidas a la peste.

(1) Creta

(2) Zonas situadas fuera de los confines de una ciudad pero pertenecientes a ella.

Cerca de 75.000 londinenses murieron en la gran plaga de 1665.

Daniel Defoe. Diario del año de la peste. Ediciones Alba Clásica. 2020. Barcelona. pp.  33-34, 40-43 y 174-175.

Daniel Foe (1660-1731), conocido por el seudónimo de Daniel Defoe fue un célebre escritor inglés mundialmente famoso por sus novelas Robinson Crusoe (1719) y Moll Flanders  (1722). La primera edición de El  Diario del año de la peste se publicó en Londres en 1722 en vida del autor. La segunda se publicó en 1755.

4 Comentarios

  1. Alcides Conejo C. dice:

    Excelente reseña, la historia muchas veces es cíclica. Las pinturas para ilustrarla historia son una joya. Gracias!

    1. Bárbara dice:

      Es verdad, la historia es cíclica. Este libro es particularmente interesante en el momento actual. Muchas gracias por su comentario y un cordial saludo.

  2. Carmen Camacho dice:

    Es un artículo maravilloso
    Barbara Rosillo es fantástica
    Se aprende muchísimo

    1. Muchas gracias por tu comentario y por seguir «Arte y demás historias». Sorprenden los paralelismos a pesar del tiempo transcurrido. Es un libro muy interesante. Un cordial saludo.

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