El vestido a la polonesa


          El siglo XVIII fue especialmente rico en creaciones indumentarias. Uno de los modelos femeninos más originales fue el vestido  “a la polonesa”. El citado atuendo se debe a la modista de  María Antonieta, Rose Bertin, apodada “la ministra de la moda”. Bertín, una costurera de origen humilde, se estableció en París y poco a poco fue adquiriendo una importante  clientela. La capital de Francia se había convertido desde los tiempos de Luis XIV  en el epicentro de la moda ejerciendo un papel predominante hasta el siglo XX. María Antonieta se convirtió en un referente a imitar y en la principal embajadora del gusto francés. Rose Bertín trabajó para la reina durante años ideando una serie de atuendos y complementos, entre los que cabe destacar el vestido “a la polonesa”.

Vestido “a la polonesa”. América. Hacia 1780-1785. Metropolitan Museum. Nueva York.
Vestido  “a la polonesa”. Galerie de Modes. 1779.

           El término polonesa derivaba del uso de estilos procedentes de Polonia. Es posible que inicialmente aludiera a decoraciones sobre piel o a la costumbre de llevar subido un lado de la falda, una moda polaca que provenía de Turquía. Conocidos con diferentes nombres “a la polonesa”, “a la circasiana” o “a la turca” según las escasas variaciones en su diseño, se trataba de vestidos cuyas características comunes eran: cuerpo ajustado, con escote redondeado, falda con sobrefalda sobre un miriñaque en forma de tonel; todo ello con gran cantidad de adornos en los extremos de mangas, cuerpo, falda y sobrefalda, las cuales dejaban a la vista los pies.

Vestido “a la polonesa”. Hacia 1780-1785. Metropolitan Museum. Nueva York.
Vestido “a la polonesa”. Hacia 1780-1785. Metropolitan Museum. Nueva York.

          A principios de la década de 1770, la polonesa fue un vestido cortado en cuatro partes, dos en el delantero y dos en la espalda, en el que la sobrefalda se recogía por medio de alzafaldas en la parte posterior formando tres paneles drapeados de diferentes larguras. Algunos historiadores sostienen la teoría según la cual el significado de estos tres pliegues pudiera simbolizar la partición de Polonia (1772) en tres partes: Austria, Prusia y Rusia. La particularidad estribaba en que la sobrefalda era recogida en dos o más secciones de tela drapeada, con forma de conchas. Poseía además, un mecanismo a base de cordones insertados en las costuras del cuerpo que ofrecía la posibilidad de alzar o dejar caer la sobrefalda.

Vestido  “a la polonesa”. Galerie de Modes. 1779.
Vestido  “a la polonesa”. Galerie de Modes. 1779.

          El volumen, por tanto, se centraba en la parte posterior, por lo que este modelo  se considera el antecedente de los polisones del siglo XIX. El peinado característico de este atuendo se denominó “pouf”. Hacia 1770, fecha de la boda de la archiduquesa María Antonieta con el delfín, los moños femeninos ya habían empezado a tender a la verticalidad y a complicarse mediante la introducción de adornos como flores, cintas y plumas. Fue en 1775 fecha de la coronación de Luis XVI cuando María Antonieta usó el citado peinado, creación del peluquero Léonard-Alexis Autié, conocido como Monsieur Léonard. El exagerado peinado aunque en un principio causó un gran estupor, se puso rápidamente de moda. La emperatriz María Teresa, madre de María Antonieta mostró su descontento escribiendo las siguientes líneas a su hija:

          “Así mismo no puedo dejar de tocar un punto que muchos de los periódicos me repiten con demasiada frecuencia: es el peinado que te pones. Dicen que de raíz mide 91,44 cm de alto y con todas las plumas y cintas que sostienen todo eso! Sabes que siempre he sido de la opinión de que se debe seguir la moda con moderación, pero nunca llevarla en exceso. Una reina joven y bonita llena de encantos no necesita todas estas locuras, al contrario. Un peinado simple  le sienta mejor y es más apropiado para una reina. Ella debe marcar la pauta, y todos se apresurarán a seguir hasta sus errores más pequeños. “

Thomas Gainsborough. Retrato de la duquesa de Devonshire. Hacia 1785-1787. Chatsworth House.
Thomas Gainsborough. Retrato de la duquesa de Devonshire. Hacia 1785-1787. Chatsworth House.

          El «pouf» era un peinado muy complejo en cuanto a estructura y diseño. Se preparaba en torno a un cojín de forma triangular y se utilizaban rellenos y pomadas para proporcionarle estabilidad. Para facilitar el trabajo el pelo se dividía en secciones, una vez concluido se procedía a su empolvado con polvos blancos o grises tras lo cual se decoraba. El vestido “a la polonesa” estuvo de moda entre 1770 y 1785 aproximadamente y fue usado por señoras elegantes de toda Europa. En nuestro caso particular hemos encontrado este tipo de atuendo en ajuares de la Sevilla del momento. En las cartas de dote contamos con polonesas confeccionadas con todo tipo de materiales, desde linos a sedas: “una polonesa de hilo y seda con guarniciones de gasa y blondas a estrenar en cuatrocientos sesenta”; “una polonesa de bretaña con cinco varas de bretaña con encajes en ciento once”. En una dote de 1788 figura una polonesa de raso a rayas color “encarnadino” bordada de gasa de plata y blondas valorada en 600 reales a juego con unas joyas “de Francia”; estas eran bisutería y aparecen con mucha frecuencia en España. Si al vestido “a la polonesa” le sumamos su estrafalario peinado, no queda duda de que la indumentaria femenina llegó a una gran sofisticación a finales del siglo XVIII.

Antoine-François Callet. Retrato de la princesa de Lamballe. Hacia 1776. Palacio de Versalles.
Antoine-François Callet. Retrato de la princesa de Lamballe. Hacia 1776. Palacio de Versalles.

5 Comentarios

  1. Anghelos dice:

    Muy interesante el artículo. Aunque el peinado es un poco extravagante.

  2. anghelos.amop@gmail.com dice:

    Si, me gustaría seguir colaborando en el futuro. Pero no me importa alterar el comentario o mejorarlo. Me encanta la historia del arte e historia en general

  3. Stella Cerón R dice:

    Me encanta esa moda pero en las muñecas, se ven adorables! Sin embargo, me impresiona pensar en la funcionalidad, el tiempo de arreglo, la incomodidad y hasta la higiene de las usuarias, tal vez vivían solo para eso peinarse, vestirse, comer poco para no engordar y andar de arriba abajo por los palacios. Gracias Bárbara, nos ilustras y nos pones a reflexionar, buen tema.

Los comentarios están cerrados.