Contra la práctica de fajar a los niños


          “Apenas ha salido el niño del vientre de su madre, y apenas disfruta de la facultad de mover y estender sus miembros, cuando le ponen nuevas ataduras. Le fajan, le acuestan con la cabeza fija, estiradas las piernas, y colgando los brazos; le envuelven con vendas y fajas de todo jénero, que no le dejan mudar de situacion; y no es poca dicha si no le han apretado de manera que le estorben la respiracion , y si han tenido la precaucion de acostarle de lado, para que pueda el agua que por la boca echáre salir por sí propia, porque no le queda facultad para volver la cabeza de lado, á fin de facilitarle salida.

Filippo Brunelleschi. Fachada del Hospital de los Inocentes. 1419. Florencia.
Filippo Brunelleschi. Fachada del Hospital de los Inocentes. 1419. Florencia.
Della Robbia. Niños fajados.1487 Hospital del los Inocentes. Florencia
Andrea della Robbia. Niños fajados.1487. Tondos de cerámica vidriada. Hospital del los Inocentes. Florencia.

          El niño recién-nacido necesita de dilatar y mover sus miembros para sacarlos del entorpecimiento en que han estado tanto tiempo recojidos en un envoltorio. Verdad es que los estiran, pero les impiden el movimiento; sujetan hasta la cabeza con capillos; parece que tienen miedo de que den señales de vida. De esta suerte el impulso de las partes internas de un cuerpo que busca incremento, encuentra con un obstáculo insuperable á los movimientos que requiere. Continuamente se afana el niño en esfuerzos vanos, que apuran sus fuerzas, ó retardan sus progresos. Menos estrecho, menos ligado, menos comprimido se hallaba en el zurron de su madre que en sus fajas; no veo lo que ha granjeado con nacer.

Bernardo Poccetti. Visita de Cosimo II de Medici en la fundación del Hopital. Detalle del fresco. 1610. Hospital del los Inocentes .Florencia
Bernardo Poccetti. Visita de Cosimo II de Medici en la fundación del Hopital. Detalle del fresco. 1610. Hospital del los Inocentes .Florencia

         La inacción y el apremio en que retienen los miembros de un niño no pueden menos de perjudicar á la circulación de la sangre y los humores, de estorbar que se fortalezca y crezca la criatura, y de alterar su constitución. En los países donde no toman tan estravagantes precauciones, son los hombres todos altos, robustos y bien proporcionados. Los paises en que se fajan los niños manan en corcobados, cojos raquíticos, patizambos, gafos y lisiados de todos jéneros. Por temor de que se desfiguren los cuerpos con la libertad de movimientos, se dan priesa á desfigurarlos poniendolos en prensa, y de buena gana los harian tullidos para impedir que se estropeasen.

Diego Velázquez. La Adoración de los Magos. 1619. Museo del Prado. Vemos como el Niño aparece completamente fajado sobre el regazo de la Virgen. A partir del siglo XIV el rey Baltasar se representa negro.
Diego Velázquez. La Adoración de los Magos (detalle). 1619. Museo del Prado.

         ¿Puede acaso tan cruel apremio tener menos influjo en su índole que en su temperamento? Su afeccion primera es afeccion de dolor y tormento; solo con estorbos encuentran para todos los movimientos que necesitan; mas desventurados que un delincuente con grillos y esposas hacen esfuerzos inútiles, se enfurecen y gritan. Decis que son llantos sus voces primeras. Yo lo creo; desde que nacen atormentais; las primeras dádivas que de vosotros reciben son cadenas, y torturas el primer trato que esperimentan. No quedándoles libre entre otra cosa que la voz, ¿cómo no se han de valer de ella para quejarse? Gritan por el daño que le haceis; mas gritariais que ellos si así os encadenáran.

Georges de la Tour. El recién nacido. Hacia 1645-1648. Museo de Bellas Artes. Rennes. Francia. La preciosa escena, que tal vez sea una Natividad, nos muestra a al bebé perfectamente fajado y dormido en brazos de su madre.
Georges de la Tour. El recién nacido. Hacia 1645-1648. Museo de Bellas Artes. Rennes. Francia.

          ¿De dónde proviene tan desatinado estilo? de otro estilo inhumano. Desde que desdeñando las madres su primera obligacion no han querido criar á sus hijos, ha sido indispensable fiárselos á mujeres mercenarias, que viendose madres de hijos ajenos en cuyo abono no les hablaba la naturaleza, solo en ahorrarse trabajo han pensado. Hubiera sido forzoso estar en continua vela si el niño hubiera estado libre, pero bien atado le echan en un rincon sin curarse de sus gritos. Con tal que no haya pruebas de la negligencia de la nodriza, con tal que no se rompa al niño un brazo ni una  pierna, ¿qué importa que se muera, ó que contraiga achaques para mientras viva? A costa de su cuerpo se conservan sus miembros, y en cualquier suceso no se le echa la culpa á la nodriza.

Georges de La Tour. Adoración de los pastores. Hacia 1645. Museo del Louvre. Paris.
Georges de La Tour. Adoración de los pastores. Hacia 1645. Museo del Louvre. Paris.

          ¿Estas amantes madres que desprendiendose de sus hijos se entregan con júbilo á las diversiones pasatiempos de los pueblos grandes, saben acaso cómo tratan en la aldea á su hijo envuelto en fajas y pañales? Al menor ruido le cuelgan un clavo, como un lío de ropa vieja; y asi crucificado permanece el infeliz mientras que hace la nodriza sus haciendas.  Todos cuantos en estas situacion se han hallado teninan amoratado el rostro; oprimido con violencia en pecho no dejaba circular la sangre que se arrebataba á la cabeza; y creian que estaba el paciente muy sosegado porque no tenia fuerza para gritar. No sé cuantas horas puede permanecer en este estado un niño sin perder la vida; pero dudo que puedan ser muchas. Esta pienso que sea una de las mayores utilidades que del fajado se sacan.

          Alegan que dejando á los niños libres pudieran contraer malas situaciones, y hacer movimientos que redundasen en detrimento de la buena conformacion de sus miembros. Este es uno de los tantos vanos raciocinios de nuestra falaz sabiduría, que nunca ha confirmando esperimento ninguno. En la muchedumbre de niños que en pueblos más racionales que nosotros se crian con toda libertad de sus miembros, no vemos uno solo que hiera ni se estropee, porque no pueden imprimir á sus movimientos la fuerza que baste para que sean peligrosos; y cuando toman una situacion violenta, en breve les advierte el dolor que muden en otra.»

J.J. Rousseau. Emilio o de la Educación. Madrid. Imprenta de Alban y Compañía. 1821. pp. 11-14.